Hola!
Llevo ya un mes por estas tierras, y aunque he estado un poco alejado de los computadores, me dispongo a relatar algo de lo que ha sido hasta ahora. Además, le instalé las eñes y acentos al computador, así que puedo escribir más relajadamente.
Ahora estoy sentado en el computador de la Kate, en su casa. Ella y todos los housmates fueron a trabajar y yo estoy solo. Bueno, casi solo, excepto por el raton que vive en la cocina y que no han logrado cazar. Vamos a buscar al flautista de Hamelin. Y partamos por el principio...
Todo comenzó una fría madrugada de julio, cuando mi papá me fue a despertar avisándome que estábamos atrasados para el aeropuerto. Eran las 3:30am. Yo ya me había duchado la noche anterior, asi que le pusimos velocidad y partimos no más para don Arturo Merino Benítez. Había un montón de niebla, y al parecer iban a hacer -4° esa mañana. Llegamos al aeropuerto y antes de llegar al counter de lan me encuentro con la agradable "sorpresa" (GRANDE CARVI!!!) de que varios de mis amigos me habían ido a despedir. Como cuando éramos chicos y alguno se iba por el verano, fue muy emocionante. Además Martín fue con su mamá y su prima que trabaja en LAN, y me dieron un upgrade en el avión a Brasil, ultra buena onda. Me fui hasta Sao Paulo con las patitas estiradas.
Los vuelos fueron tranquilitos, una escala de algunas horas en Sao Paulo y de ahí el vuelo de British Airways a Londres. Me fui sentado con un franchute a la derecha y un matrimonio inglés a la izquierda. El vuelo de British fue mi primera experiencia Britanico, y ahi me tomé el primero de muchos desayunos ingleses (o irlandeses, o escoceces, a mi me parece que son lo mismo). Consiste en huevos, salchichas, tocino, tomate y algo como una hamburguesa, todo frito. A eso se le agregan unos porotos dulces. En Irlanda, por si fuera poco, le lleva papas fritas...
Así no más llegué a Heathrow, que es una cuestión pero es que gigantesca. Para llegar de donde te deja el avión a donde reclamas el equipaje hay que tomar un tren. Ahí tomas tus bolsas y te vas a la aduana. Afuera me estaba esperando la Kate y la Angela, aunque no se dieron cuenta de que yo salí y las sorprendí por la espalda. Fue muuuy raro verlas acá, pero al rato ya nos habíamos acostumbrado. Compramos los boletos para el metro -más bien el tube- y partimos para Londres. El metro acá es distinto por varias cosas. Las dos principales, a mi parecer, son que es más caro que comprarse un auto, y que te recuerdan todo el rato por altoparlante que denuncies "conductas sospechosas". O sea, si ves a alguien que tiene una bomba y un detonador activado, tienes que avisarle al guardia. Las primeras impresiones que tuve de esta ciudad fueron muy buenas. Se veía todo ordenado, limpio. Todas las casitas de tres pisos, todos los autitos manejando por la izquierda. La gente cuando se abre la puerta del metro deja que todos se bajen, y cuando suben por la escalera todos se ponen a la derecha para que los que van apurados caminen. Además, después de leer el diario lo dejan en el asiento para que el que viene después también pueda ejercer su derecho a informarse y opinar. Bueno, más o menos, porque la mayor parte del diario se trata de lo que se fumó Amy Winehouse y lo flaca que está Victoria Beckham, pero igual hay que tener una opinión de eso.
Llegamos a la casa de la Kate, el 1 de Harberson Road, en Balham (se pronuncia Balam a todo esto, no Balham como se escribe. Lo de leer y pronunciar es horrible, por ejemplo Leicester Squar en realidad es Lester Square). Era viernes y no estaban todavía los compañeros de casa. Nos dormimos una siesta y salimos a recorrer Londres. Fuimos a varias partes, incluido el British Museum que, como todos saben tiene más reliquias y objetos valiosos que todos los museos de Latinoamérica juntos. Tienen, por nombrar uno, un Moai, que ni nosotros tenemos uno en Chile...
Fuimos a Covent Garden, a Picadilly Circus y a todas esas partes que suenan a libro de inglés de sexto básico.
Al otro día nos juntamos de nuevo y, como era un día de mucho sol (créanme, era un día que en el informe del tiempo le llamarían parcialmente nublado, a lo más se veían unos pedacitos azules en el cielo), teníamos que aprovecharlo al aire libre. Así que a tomar unas pints y a buscar un parque. Eso da cuenta de dos aspectos fundamentales de la vida por estos lados. Una es que la vida social se hace en el pub y punto. Si no vas al pub, no tienes amigos. Y el pub no es como el Pub Licity, nada que ver, es más bien lo que nosotros nos imaginamos por una taverna. Un lugar al que se va a tomar. La otra es que si hay sol, los parques están llenos. Eso es precioso, hay parques por todos lados, todos son muy verdes y muy bien cuidados, está lleno de gente, familias con los niños, etc. Igual se entiende, con el clima que tienen, que tengan buenos parques, apuesto que si tuvieran el clima de Atacama estarían todos los parques amarillentos y llenos de perros vagos.
Bueno, y así pasamos varios días londinenses. Ferias, museos, parques y pubs. Muchos pubs. Cerca de la casa de la Kate hay un estudio de Bikram, así que practiqué yoga un par de días. Fue como sentirme en casa. El lunes vino María (la hermana de Ángela), y tuvimos un día muy recorrido. Fuimos a la galería Tate y a otra más, tomamos un bote por el Támesis, vimos el O2, fuimos a Greenwich (el punto que los ingleses decidieron que sería el meridiano de referencia para todo el mundo) y terminamos en un pub. Otro día nos juntamos con unos tíos de la Kate y fuimos a ver un musical. Yo pensaba que no lo conocía, porque el título (Sister Act) no me sonaba ni por si acaso, pero resultó ser lo que nosotros conocemos como Cambio de Hábito, la película de Whoopi Goldberg. Era muy pero es que muy chistosa la lesera, supongo que ya saben de que se trata, una mujer de vida fácil que la encierran en un convento para esconderla de unos mafiosos que la quieren matar porque vio un asesinato. Nos reímos un montón, y salimos tan alegres que fuimos a tomar algo a un pub.
Otro día fuimos a un concierto de una cantante que está muy de moda acá, se llama V. V. Brown. La Kate había conseguido unas entradas privilegiadas (aunque era en un mall, abierto a todo el público) y fuimos a verla.
Una de las mejores cosas en Londres es que uno puede comer lo que quiera (si paga, claro). Yo creo que si me las rebusco hasta una cazuela, sopaipillas y mote con huesillos puedo encontrar. He probado comida de Marruecos, de Turquía y hasta de Etiopía. Hay de todo, pero lo mejor son los Fish and Chips. Los venden en todas partes y contienen todas las grasas saturadas que uno necesita al año, junto con un 0% de las vitaminas y minerales escenciales. Si se le agregan aros de cebolla, quedan perfectos. Mhh, me dio hambre, capaz que me vaya a comprar uno a la esquina luego.
Los primeros días no pude tomar muchas fotos, porque vine con un zoom de lente, así que para tomar fotos de cosas cercanas tenía que cruzar la calle, muy poco práctico. Igual hice un esfuerzo, voy a subir fotos al facebook o al flickr pronto.
Después de varios días en Londres ya era hora de salir a recorrer y ver algo del país de los ingleses. Lo primero fue tomar un bus a Bath. Ahí me iba a encontrar con Nerys, la galesa que alguna vez fue compañera de viaje por Bolivia (http://kateypedro.blogspot.com). Los buses son bastante poco cómodos (se estila viajar con Megabus, que son los más baratos), pero salen y llegan a la hora. A decir verdad, acá todo sale y llega a la hora. Uno puede planificarse, si tiene un reloj, y saber a que hora va a pasar el metro, a qué hora el bus, a qué hora se toma el tren... No como en Chile que uno tiene que dar siempre un rango de 45 minutos para hacer las conexiones, para nada. Así pues, llegué puntualmente a Bath. Bath es una ciudad preciosa, que según me explicaba un amigo de Nerys, siempre ha sido un lugar de descanso. Primero para los Romanos -les gustaba porque habían termas-, después para los Victorianos (no se para quienes entre medio) y ahora para los famosos como Nicholas Cage. Es un lugar precioso, muy chiquitito pero muy bonito, con edificios muy antiguos y calles serpenteantes.
De Bath el amigo este, a quien llamaré Dan aunque no estoy seguro de su nombre, nos llevó en auto a Bristol. Primera vez que andaba en auto, y me ponía muy nervioso andar por la izquierda. Es raro, pero si uno está desconcentrado y mira para adelante, se le sube el corazón a la garganta al ver que vas por la pista izquierda y que vienen autos en contra. Después, eso se pasa, y ahora estoy en una fase en que ya me cuesta acordarme por qué lado se maneja. De hecho, los primeros días siempre miraba a la izquierda antes de cruzar las calles, pero hay que mirar a la derecha porque de allá vienen los autos. Ahora estoy tan mareado con el tema que miro a los dos lados siempre. Eso me recuerda otra cosa muy buena de acá, las calles casi siempre tienen escrito hacia qué lado tienes que mirar antes de cruzar. Bueno, estábamos en que fuimos a Bristol. Ahí fui a conocer por dentro la BBC Bristol (Dan trabaja ahí, así que nos dejó entrar, aunque estaba prohibido tomar fotos). Dimos unas vueltas por el centro y nos hospedamos donde el hermano de Nerys, Tim. Al otro día vimos la exhibición de Banksy, un graffitero que nadie conoce y que es muy famoso acá. Le dieron un pase para el Bristol Museum y hizo varias cosas. También vimos Brüno, la nueva película del mismo que hizo Borat, muy divertida.
De Bristol me fui en tren a Worthing, West Sussex, a la casa de la familia de la Ángela. Ahí me recibió la María y su papá (la mamá estaba en Chile, la Ángela vive en Londres), y me trataron como rey. En los tres días que estuve hicimos un montón de cosas. El primer día María me llevó a conocer Brighton (que acá le llaman la nueva Barcelona, supuestamente es capital de la escena gay y de las fiestas), donde nos tocó un día de sol de verdad, así que nos bañamos en el mar y todo (después de comer Fish and Chips y tomar una cerveza). Brighton, muy bonito.
Al otro día el papá (Bryan) nos llevó a Arendul, que es un pueblo maravilloso. Tiene una catedral del siglo XIX, y una iglesia que fue construida (con posteriores remodelaciones) más o menos en el año mil. Lo mejor de todo es el castillo (Arendul Castle). Pagamos la entrada y fuimos a conocerlo. Es tan espectacular, que acá filmaron la nueva película sobre la reina Victoria (The Young Victoria creo que se llama). Además no es sólo una reliquia, porque ahí vive todavía el Earl of Arendul (algo así como un conde) y su familia. Y como los pobres tienen problemas financieros, cobran una entradita para que todos podamos ver su casa. Y sus jardines...
Después dimos unas vueltas en auto y fuimos a ver algunos pueblos e iglesias. Se me acababa el tiempo, había que ir a tomar el tren. Los trenes en Reino Unido (incluyo Escocia y, supongo, Gales) son lo máximo. Junto con el metro de Londres en el que uno se siente Mario Bros (se mete en una cañería y sale en cualquier parte, no he probado ningún hongo por si acaso) forman una red de conexiones im-pre-sio-nan-te. Se llega literalmente a cualquier parte, y yo tuve la suerte de que me recomendaron sacar una tarjeta que por tener 25 o menos te permite pagar tarifas con descuento, así que he tomado muchos trenes. Los trenes están privatizados, no sé muy bien como funcionarán, pero podríamos mandar a los de EFE a revisar a ver si se les ocurre algo.
Bueno, me vine a Londres y no estuve más que una noche, porque de acá nos fuimos a Cornwall, las tierras de la Kate (ella se tomó el viernes y el lunes). Obviamente, nos fuimos en tren. Seis lindas horas mirando el campo inglés, atravesamos las regiones de Cornwall y Devon, hasta llegar a la costa oeste o, como le llaman acá, al Irish Channel. Para los más líricos, Cornwall es el lugar donde se da la acción en la ópera Tristán e Isolda, y se basa en un mito celta que no conozco. La región en castellano se conoce como Cornualles.
El pueblo de donde es originariamente la Kate se llama St Ives, y es una maravilla. No llegamos en tren hasta ahí, porque su papá nos fue a buscar a una estación unos pocos kilómetros antes, y nos fuimos en auto hasta la casa. Por primera vez desde que obtuvo la licencia (después de intentarlo como 8 veces), la Kate manejó en la carretera. Fue una experiencia... interesante. El famoso St Ives, como les decía, es realmente precioso. No se qué se les viene a la cabeza cuando piensan en una playa inglesa, pero les aseguro que no tiene nada que ver con St Ives. Es una playa de arenas doradas y aguas turquesas, con un pueblo costero edificado sobre las colinas que llegan al mar. Además hay olas más o menos decentes, y es como destino de surfistas. Hasta yo traté de correr algunas olas, pero debo reconocer que mi fuerte no está en ese deporte. Más lo que cuesta nadar para agarrar una porquería de un metro, y después pararse es imposible. Me rendí a los pocos intentos, culpando a la falta de un buen traje de agua y una buena tabla, cuando por dentro tenía claras mis limitaciones escenciales.
En la casa de la Kate nos quedamos con su Papá (John) y uno de sus hermanos (John). John papá nos atendió muy bien, a scholar and a gentleman. John hermano tenía mucho trabajo y lo vimos poco, pero fue muy simpático. También una noche se quedó la Ángela con su pololo, que estaban recorriendo la zona. El primer día realizamos una cata de vinos chilenos (cabernet), mendocinos (malbec) y españoles (algo de la rioja, cosecha 2003, el año que entré a la universidad, la despedida de mi hermano manuel, etc.), y nos fuimos a acostar.
El segundo día tuvimos un día de playa (hay un microclima en la región que hace que el cielo esté más despejado) y en la noche fuimos a comer donde unos tíos de la Kate, a un pueblo que se llama Truro. En la noche, a varios pubs. Al día siguiente un paseo por la región en auto, un castillo y otras playas. En la noche, a visitar a la mamá de la Kate (Debbie), que vive en un pueblo más bien alejado. Tiene una casa muy grande y bonita, y tres hijas preciosas. Comimos como una familia y vimos una película. Además tiene un invernadero gigante con muchas plantas. Al día siguiente, otro tour por la región. Lo más divertido fue una iglesia que visitamos, en la que había un anciano de la época victoriana que estaba rayado con la iglesia esa, no nos dejaba irnos. Créanme que en su momento fue divertido.
Tras esta aventura por el sur de Inglaterra, volví a Londres por un par de días. Una de las cosas que hice fue ir a conocer el Imperial War Museum, que más bien debiera llamarse How We Have Killed So Many Germans Museums. Hay un montón de aviones y tanques, cuadros nazis, afiches de propagandas para convencer a la gente de que fueran a la guerra... Muuuy bueno.
Después me llegó la hora de cruzar nuevamente el charco, esta vez tenía que ir a Irlanda. Desde Chile había comprado unos pasajes de RyanAir, la aerolínea de bajo costo de acá. Me salieron como 6 lucas chilenas cada pasaje (10 USD si lo lee algún foráneo), pero no leí la letra chica. Sólo podía llevar una mochila de 10x20 cms. Fue una osadía, porque me tuve que poner casi toda la ropa que llevaba (parecía el viejo pascuero) y meter alguas cosas en mi mochilita. En el avión hice el medio striptease sacandome todo lo que tenía. Además, los aviones no salen de los aeropuertos principales, así que tuve que salir como 4 horas antes del vuelo, a las 5am. Qué tanto, valió mucho la pena.
En Dublín me alojé en un barrio que se llama Temple Bar, que es una especie de Bellavista irlandés, el barrio bohemio. Pero un barrio bohemio en Irlanda, de verdad que es bohemio. Los irlandeses hacen que los ingleses parezcan abuelitas cuando toman. Está lleno de pubs, y cualquier día a las 12 del mediodía están abarrotados de gente, todos tomando Guinnes y cantando. Ahí tomé mi primera de varias de esta cerveza negra, que es como el escudo nacional de Irlanda.
En Dublín, me junté con Andrea Higgins (debe ser algo de nuestro pelirrojo libertador me imagino) una amiga irlandesa que había hecho en Brasil, y que me llevó a recorrer Dublín. El primer día fuimos a un parque y al Trinity College, la universidad más importante de Irlanda. Es muy grande y bonita, con mucho pasto muy verde. Porque Irlanda si que es verde. Verde en el suelo, gris en el cielo. Rojo en la cabeza de la gente. El segundo día fuimos a la bodega de Guinnes, donde guardan los granos y todo lo que se necesita para mantener a los irlandeses borrachos. Además, visitamos varias iglesias y me contó cosas de la historia de Irlanda. Como que cuando eran niños eran tan pobres que todos pensaban que tenían que aprender alemán y prepararse para ir a trabajar con computadores en Alemania. Y que ahora, en cambio son muy ricos y están llenos de polacos que hacen los trabajos que ellos no quieren hacer. De esto último, doy fe. No debiera llamarse Irlanda, debiera llamarse Polirlanda. Y además de polacos, cientos de miles de turistas españoles, franceses e italianos. Son divertidos, porque en su mayoría no hablan una gota de inglés, y se enojan mucho cuando no les entienden. También tomamos un bus a Wicklow, una región a las afueras de Dublin en el que hay unos jardines muy famosos. Y como los jardines estaban cerrados, nos fuimos a un pub.
Otra cosa que se me había olvidado contar es que a esta altura ya estaba con un lente bueno para tomar fotos, porque el que había comprado por internet me llegó por correo a la vuelta de Cornwall. Fue muy bueno, porque si no el viaje por Irlanda (y después Escocia) no habría sido lo mismo.
De Dublín me compré un pase que me permitía viajar tres días dentro de una semana en bus. O sea, en 7 días tenía derecho a usar tres días de bus, todo lo que yo quisiera. El primer día lo usé para ir a Galway, en la costa oeste de Irlanda (mirando hacia América). Llegué más o menos de noche y me hospedé en el hostal más bizarro que haya ido en mi vida. Estuve dos noches, nunca vi al recepcionista, y nunca me cobraron. Si alguno va para allá, les paso el dato. La primera noche conocí un montón de gente en la cocina del hostal, y antes de ir al pub, estuvimos tomando algunos tragos ahí (una previa señores). Después tomamos la pésima decisión de salir a buscar algo en la calle, y estaba lloviendo tanto que volví como si me hubieran tirado al río.
Al día siguiente fui a visitar los famosos (acá son famosos, yo no los había escuchado nunca) acantilados de moher, Cliffs of Moher. El bus que nos llevó parecía una montaña rusa y aunque llegué mareado como pollo, valió mucho la pena. Son una cosa impresionante estos acantilados oye.
De Galway partí para Killarney, en el sur de la isla (las distancias son cortas, 3 ó 4 horas en bus). Killarney es una especie de Pucón irlandés, un lugar rodeado de montañas y lagos, aunque acá le llaman montaña a cualquier cerrito de nada. Además, va la gente de plata y se ha llenado de mochileros y gente que busca carrete. Yo lo que hice fue arrendarle una bicicleta a un polaco medio turbio que había (me la arrendó muy barata porque estaba seguro que el Liverpool iba a ganar, y él le había apostado un monton, aunque como varios sabrán el Liverpool perdió), y me fui a recorrer los parques. Muy bonito, y subí hasta arriba de una montaña, lo que me permitió tener una vista privilegiada de todo el valle... Y eso. Me volví a Dublín y pasé mi última noche visitando pubs irlandeses, con unos catalanes que conocí. Eso es lo otro, conocer gente por estos lados es muy fácil. Para conocer británicos o irlandeses hay que ir a un pub y hablarle al primero que se te cruza. Te puedes quedar conversando por horas, y lo más probable es que te inviten a tomar algo. Parece que el código es que después tu invitas, pero yo soy extranjero y no domino los códigos. Para conocer a los otros, te pones a hablar en el hostal. Así de fácil.
De Irlanda me fui con ganas de volver, la gente es espectacular y el país precioso. A veces tienen carteles que es un poco difícil entender lo que quieren decir, pero igual volvería.
De Dublín me volví a Londres, y estuve sólo unas horas. Alcanzó el tiempo para comer (tuvimos visitas), hacer una nueva mochila (la Kate me prestó una un poco más cómoda), dormir un rato y partir al aeropuerto. Otra cosa graciosa es que en los aeropuertos siempre hay dos filas, una para ciudadanos europeos y una para todos los demás. Lo divertido es que la que es para todos los demás dice abajito ciudadanos de USA también. A mi me parece un poco ofensivo. La próxima vezs que lo vea le voy a tomar una foto, ahora se me pasó.
Estamos de nuevo en Londres, entonces. Acá tomé un avión a Glasgow, Escocia. En realidad, al aeropuerto secundario de Glasgow, tuve que tomar un tren para llegar al centro. Y me demoré un rato en encontrar hostal. Glasgow es bonito, pero no tenía muchas ganas de quedarme en una ciudad, así que temprano al día siguiente partí hacia las Highlands, que viene a ser como el altiplano escocés. Obvio que me fui en tren, y llegué a un pueblo que se llama Balloch. Muy bonito todo, y me hice socio de la biblioteca para poder usar internet. Lo cuento porque fue muy loco, era yo conversando con unas viejitas escocesas que ordenaban los libros que no leía nadie, yo ahí haciéndoles la pata para que me dieran la tarjeta de socio y poder usar los computadores. Además, me hospedé en un castillo del sXIX que está habilitado como hostal para jóvenes. ¿No me creen? Ahí va la foto:
El pueblo queda al lado del Loch (lago) Lomond, que aunque menos famoso que el Ness, es el más grande de Escocia. Si tan solo tuviera un monstruo, sería más famoso. El lago es una reserva nacional, y está rodeado de pequeñas villas, a muchas de las cuales se accede solo caminando. Hay una ruta tipo Camino del Inca, que se hace caminando en una semana y que te lleva a muchos lugares. Yo sólo fui a visitar una, Luss.
De ahí partí para Edimburgo, sin saber que me esperaban unos días indescriptibles. En Edimburgo (capital de Escocia, burros), se hace todos los años un festival que dura todo el mes de agosto, el Fringe. Es el evento cultural más grande de Europa, y en verdad que es gigante. Lo primero, la atmósfera. El centro de Edimburgo está lleno de peatones recorriendo las calles, viendo a los cientos de artistas callejeros que realizan sus actos. Como es una ciudad antigua, dominada por un castillo en la colina más alta, uno se siente un poco como alguien de la edad media que está viendo a los juglares realizar sus actos. Además hay millones de espectáculos organizados en teatros, escuelas, bares, etc. Es cosa de ir entrando y viendo (algunos se pagan, otros no). El único problema es que el festival es tan pero tan importante que cuesta mucho encontrar alojamiento. Yo había reservado con casi dos semanas de anticipación y tuve que quedarme dos noches en un hostal que, aunque era bueno y limpio, quedaba muy alejado de todo. La tercera noche me hospedé en uno frente al castillo. En verdad es difícil describir lo que es, pero me muero de ganas de poder ir el próximo año. De repente invetno un acto que esté dentro de mis limitaciones y pongo el sombrero para que me den unas moneditas. Además que las moneditas acá cuentan, porque hay hasta de dos lucas chilenas (4 USD).
Fuera de eso, Edimburgo es hasta ahora la ciudad más linda que he visto. Como le decía a mi maurina, dan ganas de saber algo de arquitectura o de urbanismo, porque ¿cómo es que la ciudad tiene dos pisos? Desde el North Bridge se ve perfectamente, hay una parte de la ciudad abajo y una arriba. Además toda la parte central está edificada sobre y rodeando el cerro que sostiene el castillo, un encanto, un encanto!!!
Un día tuve que cumplir una difícil promesa que le había hecho a mi tío, y fui a conocer una destilería de whisky. Costó un poco llegar, porque había que tomar un bus y caminar un buen rato, pero lo logré. Costó más irse además, porque al bus y la caminata había que agregarle los vasitos que te daban para degustar ('a ver, no me quedó muy clara la diferencia entre un blended y un single malt, puedo probarlos de nuevo'). Aprendí harto del mundo del whiskacho, como por ejemplo que un pequeño chorrito de agua ayuda a liberar ciertos sabores y aromas, y que los años que muestra una botella de blended son los años del single malt más joven usado en su composición. Además la guía había ido a chile para estudiar los vinos del valle central, así que tuvimos algo de tema.
Esa noche me inscribí para un pub crawl, que es un tour que te lleva por varios pubs tomando un trago en cada uno. Son muy famosos, y se inscribe mucha gente. Fue muy entretenido, y según la Kate que volví con un chupón en el cuello. Pero no es verdad. Y como dijo Pinochet, si es verdad no me acuerdo.
Y bueno, como dijo el sabio, todo lo que sube tiene que subir otro poco, así que me volví a Glasgow. Tenía que tomarme el último tren a la medianoche para llegar al aeropuerto, porque mi avión salía a las 7am y no habían trenes a esa hora. Pobre de mi. Pero increíblemente, una esocesa que había conocido "años a" (gracias Ita por la expresión), respondió mis correos. Me invitó a su casa y me llevó al aeropuerto en la mañana. La media suerte.
Y hasta ahí por ahora. Volví a Londres y he estado pagando la deuda de sueño que traigo. He avanzado también con el libro que estoy leyendo, que ha sido una gran compañía. Es la historia de la inmigración a Gran Bretaña, desde los primeros sajones y daneses que la poblaron, los normandos franceses que la conquistaron, los judíos que tuvieron que irse un par de veces y volvieron, hasta las antiguas colonias británicas que la llenan hoy. Muy bueno, y me hace identificarme de alguna manera con un grupo. En dos días más comienza una nueva etapa, voy al colegio en el que probablemente viva por el próximo año.
Cariños a todos, me alegraría mucho si postean algún comentario. Sepan que aunque los tengo muy presentes en mis pensamientos, han sido días muy felices para mi.